sábado, 16 de septiembre de 2017

Soldado desolado

Crecer es aprender a despedirse de uno mismo. Crecer es levantarte cuando no tienes fuerza, levantar el brazo y reclamar tu libertad, a las nubes que acechan, a lo más fondo del océano, a las estrellas que sólo verás una vez, a tu respiración entrecortada, a tus ganas de dormir y olvidar, a nadie. Todo pasado queda guardado en tu mente, todo futuro nace allí mucho antes de que suceda y todo es negro según baja el sol del atardecer, te tumbas sobre el horizonte para exprimir su luz, para ser pasado y futuro al mismo tiempo, para ser atemporal unos segundos y no pensar. A medida que creces, así te estremeces, todo a tu alrededor va cambiando los tonos de su mismo color, todo va asumiendo su papel para un nuevo amanecer, preparado para soportar un nuevo horizonte y provisto de valor para no repetir un mal ayer, la fuente de agua que no se puede beber, pero fuente que es ritmo, inmensidad y sed. Miras el horizonte crecer sobre ti, sentado en la arena buscas una razón para crecer tú también, pero no tienes alas como las gaviotas, no tienes manos que puedan volver a nacer, estas condenado a ser o no ser y morir inesperadamente siendo tu propio doctor. No hay tonos que cambien tu piel. Eres la vuelta número última y tu color es gris cerrado por obras sin fecha de inauguración. Miras fijamente el horizonte, miras fijamente. ¿Y qué? No ves nada más allá de tus pestañas, no ves nada que pueda necesitar que tu crezcas, sólo el miedo a la oscuridad que viene según baja la luz del atardecer. Estás sólo porque así debe ser, crecer no es un derecho que te hayas ganado y no tienes porqué luchar por aquello que el destino no te hizo merecer. Cae tu cabeza contra la arena y aprieta el mundo tu sien, no es cuestión de valores y no es una mala educación, es en definitiva tu descenso en picado sobre la falta de corazón.

Cae tu alma sobre el campo de batalla y la guerra está ya casi en su fin, no eres fuerte ni hábil, ni sensato ni guerrero, ni siquiera eres esperanza entre el oscuro ayer y el mañana por vencer. Feroz el enemigo ruge su pasión por la muerte y no es nadie más que tu mente, la que lanza el ultimátum: o eres ahora o no serás nunca. Pero, cómo vas a ser algo si ni siquiera sabes usar tus pies, si los tienes enterrados en la arena a falta de voluntad por crecer, si tus pensamientos están enjaulados en tu ‘yo’ más superficial e irreal, en tu ‘yo mismo’ y nadie más. Con la cabeza sobre la arena escuchas al enemigo pero no lo ves, eres un enano en primera línea de un fuego atravesado, un soldado que libra desde la sal y el sílice una batalla celeste, solo y sin poder volver. Solo y sin poder crecer.




















.

No hay comentarios:

Publicar un comentario