martes, 18 de noviembre de 2014

Cigarrillos, Baileys y otras drogas



No me queda ningún sitio, así que no voy a ningún sitio. Tengo tantas cosas por hacer que sería inútil escribirlas en una lista, no aclararía nada. Simplemente gastaría mi tiempo libre en escribir listas. Tengo tantas cosas que debo hacer que sería inútil pensar demasiado por cual empezar, me volvería loco contando segundos y no empezaría ninguna. Tengo tantas cosas que ya he hecho que sería inútil volverlas a hacer, no tendría tiempo para empezar ninguna de las que tengo por hacer. Así que me voy a la cama. Y no consigo dormir. No consigo dormir. No lo consigo porque sé que estoy equivocándome. Entonces me levanto, deambulo por el salón en busca de un cigarrillo, llego hasta la nevera y me pongo un vaso de Baileys. Y pienso, pienso tanto… pienso que el pienso es comida para los perros, que ellos lo tienen más claro y  por eso duermen en el suelo. Camino, camino sobre la tarima mientras el agua se filtra por las puertas, se mojan mis pies y me siento frío, siento tanto una falta que busco un asiento, me siento y asiento. Asiento a nadie, me asiento a mí mismo. Porque entonces yo también lo veo todo claro, entonces sí, con mi cigarrillo entre los dedos, mi vaso apoyado, viendo el agua subir por mis rodillas y el mundo como un cuadro pintado en el marco de una ventana, entonces lo veo todo claro. Veo que me estoy ahogando poco a poco, que soy y no soy al mismo tiempo, que el problema es mío y sólo mío, todo el resto del mundo está dormido. Y si pienso por qué de todas esas cosas que debo, quiero y puedo hacer, es el Baileys y mis cigarrillos aquella que repito noche tras noche, entonces dejo de pensar, me siento y asiento. Y vuelvo a ellos, porque me hacen disfrutar, porque ellos no preguntan, no piden, no ayudan ni dejan de hacerlo. Ellos pasan tu tiempo. Llegado a este punto se podría decir que soy alguna especie de yonkie, no os cortéis, yo soy el primero que se ha dado cuenta, pero no creo que sea el mayor de mis problemas, empezando porque escribo prosas medio poemas medio conversaciones de madrugada con Microsoft Word que luego subo a un blog, que paso horas delante de series en pequeñas pantallas, bajo la ruleta de mi ratón a gran velocidad entre fotos de guapas y guapos y videos sin sonido, me miro al espejo antes de irme a la cama, tengo más pelo que músculo, lucho por cincos y no como ensaladas. Dramones de una vida cotidiana. Este cigarrillo y este vaso, me hacen ver el porqué de un mañana abierto e interesante, y es esa otra droga, esa que  sale de un pedacito de plástico, se transporta a través de un hilo de cobre y llega hasta mis oídos, la que consigue elevarme a otra dimensión, otro mundo. Un mundo en el que no hay nada más en mi lista que el perder un poco de tiempo empezándola, esa que me permite llorar y reír en soledad. Sentir rabia, dolor, odio, vacío, caducidad, misterio, sinceridad, amor, placer y otras drogas. Escucharlas a todo volumen en mi salón mientras el mundo duerme y no se entera de nada. ¿A dónde quiero llegar con todo esto? A ningún sitio, ya lo he dicho al principio. Cada noche me ahogo lentamente en mi salón por no poder dormir. Mientras, con un cigarro y un Baileys veo el agua acorralarme: disfruto. Me hacen ver que tampoco es tan trascendental, tampoco es tan importante. Entonces lo vuelvo a ver todo claro, me duermo en el suelo y me pienso y me siento a mí mismo contento. Asiento, asiento al agua y sonrío a mis otras drogas. Y os aseguro, que no hay mejor manera de ahogarte que con una buena banda sonora.























.

martes, 4 de noviembre de 2014

#25

bajo los truenos
bajo los charcos
bajo el subsuelo
es tuya ahora
la sonrisa que se escapa
de los labios del mañana,