lunes, 11 de mayo de 2015

Helios y Venus

Un placer puede ser mirar un piano 
aunque un piano sea un placer para ser escuchado


Estoy solo de guardia en mi propio cuartel
el sol ardiendo en mi ventana
yo, firme en mi convencido cometido
en la sombra
muevo la silla a la luz un momento
mi piel se estremece y mis poros se dilatan
mi nuca despierta y mi frente se arruga
mis ojos se cierran y mi rifle cae al suelo
pintado de amarillo
empiezo a sudar

pues un rayo de sol es como un beso,
instantáneamente infinito

sea oportuno o no,
te lo merezcas o lo acabes de robar
planeado o fortuito,
rutinario o completamente nuevo
no importan los problemas que te ocupen
no importan los que él mismo te pueda traer
en el momento exacto de su roce
detiene el universo y vuelas contra gravedad
se apaga la razón y sólo queda
disfrutar de dejarte llevar
por el placer de no aceptar nada más que su propio silencio

Aún sudo, aún convencido, aún en mi silla
pero no más firme
no más sujetar
un rifle que proteja mi integridad
el sol me mantiene vivo
y por mucho que revuelvo
se que todo será un trámite fatal
un duelo
entre querer ser
y querer amar

y por mucho que lo correcto sea lo correcto
ser soldado será siempre antinatural
pues todos viviríamos más si fuéramos muñecos de hielo
pero el placer
es aquello que se libera
cuando tu razón se derrite
entonces,
tú mismo
poseído por un completo sinsentido
rompes tu propio cristal
y te das cuenta de que tanto a un lado como al otro
la verdad siempre será la verdad
tanto el rayo de sol como el beso
son la meta del deseo más profundo

el deseo de no querer luchar
ni contra ti mismo
ni contra los placeres que no quieres parar


















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